ASAMBLEA MUNDIAL DE LA CONFEDERACION INTERNACIONAL DE MOVIMIENTOS FAMILIARES CRISTIANOS
(CIMFC)
Universidad
de Santa Clara, California, EE.UU.
1 de
agosto de 2004
ANUNCIANDO
EL FUTURO
En el viaje a esta reunión desde Milán, me detuve
en Nueva York. No podía venir a los EE.UU. sin orar y reflexionar en la Zona
Cero. Sentí los latidos de mi corazón y traté de contener las lágrimas cuando
revivía la tragedia infernal del 11 de septiembre. En la Zona Cero, sentía y olía la sensación de “Thanatos”
(muerte). Las víctimas inocentes,
personas de varias naciones, colores y credos, están ahora en la casa
del Padre.
Pero, para los que quedamos, una
cosa es cierta. El mundo no es igual después de ese 11 de Septiembre. Una serie
de eventos de la llamada “guerra preventiva” en Irak y Afganistán, la pelea
perpetua en el Medio Oriente (Tierra Santa) y la constante amenaza del
terrorismo internacional ha generado un mundo con miedo. En todo esto, la
religión no ha dado su fuerza dinámica, porque tenemos “un conflicto de
Civilizaciones” y “una guerra de religiones”.
En vez de mirar hacia Dios, Dios y
los de la herencia cristiana de nuestra civilización no han sido tomados en
serio. La Constitución Europea, contrario a la Constitución Norteamericana y
otras, en palabras del Papa Juan Pablo II, reniegan de sus raíces
cristianas. Sin embargo el Papa
puntualiza, “No podemos renunciar a nuestras raíces.”
Hay tantos problemas que nos acosan,
en palabras de la Gaudium et Spes, “las ansiedades, penas y angustias de los
hombres y mujeres de nuestro tiempo, especialmente de aquellos que de alguna
forma son pobres y oprimidos, son también la alegría y la esperanza, así como
la pena y angustia de los seguidores de Cristo.” (Art. 1)
Esta Confederación, con su historia
de mas de 50 años, ha sido siempre una auténtica y ecuménica seguidora de
Cristo, nuestro “Camino, Verdad y Vida”. Por ello, nuevamente en palabras del
Vaticano II, “Todo lo que sea genuinamente humano encuentra eco en nuestros
corazones... unidos en Cristo y guiados por el Espíritu Santo, busca dirigirse
hacia el Reino del Padre y son portadores del mensaje de salvación dirigidos a
todos”. Esta es la auténtica identidad y visión de nuestra Confederación como
movimiento base de las familias cristianas, siempre abiertas y escuchando “los
signos de los tiempos”, en las alegrías, penas y angustias de todas las
personas, especialmente para las familias que sufren y luchan con las
dificultades tanto internas como externas.
Dando una mirada al mundo en que vivimos hoy en día,
el estilo de vida es vivir el presente y evitar compromisos para el futuro.
Esto significa que muchos han perdido la visión de esperanza en el futuro y son
miopes de su destino. Además, el mundo está en medio de la desesperanza. No
viven el proyecto de Dios. Lo peor es el hecho que muchas fuerzas trabajan para
deshacer la Iglesia Doméstica, la Familia. Lo que vemos son personas heridas,
familias separadas, familias monoparentales y niños sufriendo.
En esta coyuntura, el mundo está
necesitado de la esperanza de un futuro alentador y de personas prometedoras
que anuncien y construyan un mejor futuro. Es así como debemos mirar el futuro
y poder iluminarnos por el Espíritu Santo para encontrar el camino para
anunciar el futuro como parte de la Iglesia peregrina.
1.
“Vayan,
Enseñen y Sanen”
Así como el Hijo de Dios se encarnó en el
mundo y lo asumió, podemos decir que es nuestro ADN, la Confederación como la
Iglesia debe evangelizar el mundo en que vive. Debemos ser la sal, la luz y la
levadura de este mundo. Debemos, como decía Isaías, “anunciar la buena nueva y
denunciar las injusticias.”
El futuro está con Jesucristo, por quien
fuimos bautizados. Por medio del bautismo, experimentamos la Iglesia como
comunidad y como sacramento. En el bautismo, el niño es “bienvenido con
alegría... para recibir el regalo de la nueva vida del Dios que es amor.” Nosotros anunciamos el futuro como
cristianos bautizados, cuya misión es evangelizar para la construcción del
Reino de Dios en la tierra. Es por ello que debemos “buscar primero el Reino de
Dios”. Además, recibimos el Espíritu y por medio de nosotros Él cubre al mundo.
Nosotros al ser evangelizados a su vez somos instrumentos de evangelización. El
mandato de Cristo es “Vayan, enseñen y sanen” lo que significa que debemos
llenar el mundo de amor, por medio de nuestra familia en una red de relación,
amistad y trabajo en la viña del Señor.
El Papa en su visita de dos días a
Suiza en un sencillo mensaje explicó porque continuar sus viajes a pesar de su
debilidad: “Es el compromiso de anunciar el Evangelio del Señor lo que me
empuja por los caminos del mundo, de manera que pueda ofrecerlo a los hombres y
mujeres del tercer milenio, especialmente a la nueva generación”.
2.
MFC =
Pequeñas Comunidades Cristianas:
Esta es y debe continuar siendo la misión de todas las pequeñas
comunidades cristianas – me gusta mas para el grupo mundial – de los
Movimientos Familiares Cristianos. “Vayan, enseñen y sanen” comenzando en sus
“oikos” que significa las familias cercanas a Ustedes, en sus vecindarios y
lugares de trabajo donde su labor es anunciar el Evangelio. No podemos ser
comunidades cerradas, debemos abrirnos y llegar a otras familias. Cristo nos
manda “lanzar nuestras redes a lo profundo”, de pareja a pareja, de familias a
familias en nuestra parroquia que es la “familia de las familias”. Así es como
anunciamos el Evangelio para el futuro, recordando las famosas palabras del
teólogo protestante, Dietrich Bonhoeffer, que Jesús es “la persona
para otros”.
Hoy los movimientos laicos se
extienden por todo el mundo. Son cristocéntricos y están predicando desde
arriba. Les daré un ejemplo en quien pienso que esta Confederación debe
estudiar y dialogar para ver como renovar sus estructuras, ideales, métodos y
sobre todo nuestra espiritualidad.
Son los llamados Grupos
Parroquiales, no decimos 70 mil. En Milán, en la Iglesia San Eustorgio, en
donde Don Pigi Pierini tiene mas de 100 grupos y un ejemplo extraordinario es
en Carcas, donde anima el P. Vincnet Mancino, un grupo se multiplicó a mas de
1,500. Todo comenzó en Seúl, Corea del Sur, en la Iglesia Pentecostal del
Pastor Paul Yonggi Cho. Desde ahí se extendió a San Bonifacio en Pembroke
Pines, Florida, por el P. Michael Eivers.
Pienso que ayudaría a la Confederación
abrirse y adoptar la metodología grupal para su crecimiento. Nuestros grupos
familiares cristianos en sus inicios eran de este tipo. La metodología de Ver,
Juzgar y Actuar iniciada por el Cardenal Cardjin y los Jóvenes Trabajadores
Cristianos es una formación pedagógica para evangelizar.
Estos son los 7 pasos que utilizan
los grupos en su proceso de evangelización: 1) Orar, una reunión semanal
para orar en sus oikos; 2) Servicio o Ministerio: “he venido a
servir no ha ser servido”; 3) Compartir experiencias sobre el lugar que
Cristo tiene en nuestras vidas; 4) Reflexión y respuesta a dificultades
y dudas para sobreponerse a los obstáculos; 5) Confianza y Mandato para
dar nuestra vida a Cristo y nuestro compromiso por Él; 6) Entrar en un
grupo y darle la bienvenida por los demás y el asesor, 7) Admisión en la
comunidad y su papel en la parroquia.
El Cardenal Cormac Murphy
O´Connor, Arzobispo de Westminster, al escribir sobre las pequeñas
comunidades en su libro “En el corazón del mundo” nos dice, “a que tipo de
pequeña comunidad pertenecemos, ya que estoy convencido que esos grupos son la promesa
del futuro. Ellos serán el origen de nueva inspiración, nueva esperanza y
nueva evangelización de la Iglesia. Debemos experimentar la comunidad como foco
de sanación donde podamos redescubrir nuestra fe entre las experiencias
humanizantes de un grupo de personas que comparten la misma fe.”
Esto es lo que el CFM y el MFC ha
sido desde sus inicios, aun antes del Vaticano II. En este mismo país, miles se
congregaron en la reunión anual en Notre Dame, pero entonces (como muchas otras
experiencias) “el cambio de viento” trajo una disminución numérica. Muchos
políticos, oficiales administrativos, maestros y apóstoles laicos fueron
iniciados en el CFM, pero entonces entraron en nuevos equipos y grupos. El
dolor de la separación y la diáspora de los que quedaron fue grande. Debemos
preguntarnos ¿cuál es el futuro de la CIMFC? ¿Dónde estará dentro de 10 años?
Es una pregunta para pensar AHORA y prepararse AHORA para el futuro.
3.
Teología
de la Espiritualidad:
En mi humilde opinión, todo dependerá de la teología
espiritual que demos a la CIMFC. Cuando el pasado Abbe Caffarel preparó la
Reunión en Notre Dame, comenzó revisando el “Annou d´Oor y expuso las bases
teológicas de la espiritualidad matrimonial. Quizás la orientación de la CIMFC
en el pasado era más sociológica y pragmática. Ahora necesitamos profundizar
nuestra orientación teológica a través de la espiritualidad familiar en todas
las comunidades orientándola mas cristocéntrica. Él es quien anuncia y
garantiza el futuro de las
Familias de la
CIMFC. Debemos renovar nuestra Confederación a través de Cristo, que es
nuestro Ayer, Hoy y Mañana (San Pablo).
Debemos estar comprometidos en el
diario vivir de nuestra pareja por la Palabra de Dios, la oración, la
Eucaristía y el Rosario. Si estas llegan a ser nuestras acciones concretas en
el MFC-CFM y las tenemos como nuestros principios, entonces definitivamente
creceremos en Cristo, y poder decir como Pablo: No soy yo quien vive, sino
Cristo quien vive en nosotros (nuestro matrimonio)” – Gal. 2, 20
4.
Jesús
vive en el Matrimonio:
La triste realidad es que las personas fallan y continúan fallando en
encontrar a Cristo en el Sacramento del Matrimonio. Nuestra espiritualidad debiera
generarse por la presencia de Jesús en el matrimonio de toda pareja. Es Jesús
quien a través de su gracia divina alimenta, refuerza, reconcilia y enriquece
la relación entre esposo, esposa e hijos. Solo si Jesús está vivo dentro de la
familia, podemos ser hogar de la Iglesia Doméstica.
Encontramos a Jesús en la Eucaristía, que es por lo que el Papa dedica
este año como Año de la Eucaristía. En su encíclica, “La Iglesia y la
Eucaristía”, nos recuerda la realidad “del excelso regalo de Jesús como Persona
Real”. En la Eucaristía “no solo recibimos a Cristo, también Cristo recibe a
cada uno de nosotros”. (22) Cristo recibe a cada uno de nosotros como somos y
Él abraza nuestra humanidad, alegrías, fallos, pecados sentimientos y
esperanzas. Él acompaña a cada familia, a la CIMFC, en su jornada diaria a
través de la vida al “ser semilla viva de esperanzas en la dedicación diaria de
cada uno por vivir su misión”. (20)
En esta reunión espero que el Espíritu Santo ilumine a los dirigentes
para que respondan concretamente a la invitación del Papa en este Año de la
Eucaristía. Solo si atamos la Confederación a la Eucaristía tendremos esperanza
de anunciar el futuro.
A través de la Eucaristía nos hacemos Uno en Cristo. Las palabras
de Cristo en Juan 17, 21-23 llega al mismo corazón del significado del
matrimonio. Esta es la “unidad” en Cristo con el Padre mediante el
sacramento lo que enriquece al matrimonio. “Que ellos (los esposos) sean uno,
como mi Padre, está en Mí y Yo en Él, de manera que Uds. sean uno en Nosotros,
de manera que el mundo crea que Tú nos enviaste.”
Esto es como podremos evangelizar a las parejas antes y después de
casarse, esto señala la profundidad de la unidad en el matrimonio, que excede
cualquier interpretación legal o norma. El amor es lo supremo para el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo y por lo mismo debiera ser para todo casado porque
“Dios es Amor”. (Jn. 4, 7-8) La familia debe ser la escuela del amor, de
relación, valores y confianza mutua. Debe ser un seminario. El libro de Eclesiástico
nos dice en 25, 1, “Mi alma se complace en tres cosas, hermosas ante Dios y los
hombres: la unión entre hermanos, la amistad entre prójimos y el marido y su
mujer en armonía perpetua.”
5.
Reconciliación
y Perdón:
La ultima consideración es sobre la misericordia y
reconciliación de Dios. El arrepentimiento y el perdón son palabras cada vez
mas desconocidas para muchos en nuestra sociedad. Sin embargo no debemos perder
de vista el amor incondicional, el perdón y la reconciliación de Dios. Todos
necesitamos sentir la mano de Dios para sanarnos.. Muchas familias necesitan el
apoyo y la reconciliación, ya que viven su matrimonio entre tensiones y
dificultades.
Las crisis son abundantes en el matrimonio;
especialmente en los matrimonios deshechos, de los separados o divorciados que
se han vuelto a casar o los monoparentales. Son numerosos en la Iglesia
Católica y siguen aumentando haciéndonos sentir que estamos fallando con estas
parejas. Es doloroso para nosotros los sacerdotes y para los casados ver tantas
familias, que con el pasar del tiempo se alejan de la Iglesia. Es verdad que
continúan siendo parte de la Iglesia, pero ¿se sienten parte y viven con la
Iglesia? Sin embargo, debemos hacerlos entender que la misericordia de Dios no
tiene límites. Que creemos en la fidelidad de Cristo hacia cada uno de
nosotros. Que ha prometido estar con nosotros hasta el fin de los días. Que
Cristo no abandona a ninguno.
Recuerden las palabras en la Misa cuando le pedimos a Dios que “no mire nuestros pecados sino la fe de su Iglesia”. En esta oración, le pedimos no por valor ni confiar en nosotros, sino confiar en Dios y solo en Dios. La Iglesia, como Cristo y sus milagros, nos ofrece reconciliación, misericordia y perdón a todos aquellos que por su condición sienten que son marginados por la Iglesia.
6.
El
auténtico discipulado exige vivencia de Jesús:
Para llevar la buena nueva al mundo, el auténtico discipulado exige
estar con Jesús, haber experimentado a Jesús. Podemos testimoniar esto en la
vida misma de Jesús, de estar solo con el Padre en oración y ser fortalecido
para sobrellevar las dificultades en su camino para hacer la voluntad del
Padre. Mas aun, el auténtico discipulado exige dedicación, total compromiso y
vida auténtica en los valores del Reino, todo ello apoyado por una verdadera
vida espiritual. La vida de un discípulo de Cristo consiste no solo en
consolar a los confundidos sino, también, inquietar a los acomodados, para
demostrar al mundo la gran responsabilidad de ser testigos de Jesús.
YAVÉ, el Dios del Antiguo Testamento, al ver la
súplica de su pueblo y escuchar sus lamentos, dijo, “¿A quién enviaré?”
Nosotros hemos oído y leído como el Profeta Isaías contestó “Aquí estoy
Señor”. Y el Señor se alegra cuando ve el entusiasmo y la energía de
personas comprometidas que están listas para anunciar un futuro mejor al mundo
y que infunden esperanzas a las personas de nuestro tiempo.
Desearía terminar con las penetrantes palabras del Padre
Timothy Radcliff, O.P. en su libro, “Los llamo amigos”.
Si queremos llevar la buena nueva,
“Debemos estar con las personas,
entrar en sus hogares,
gozar de su amistad.
Debemos entender
como ven ellos al mundo.
Aprender que tienen ellos para enseñarnos,
ver a través de sus ojos,
crecer en confianza mutua.
El amor de Dios hacia los hombres
es el corazón del evangelio.”
H San Raffaele
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